La República de las letras
Juan Martínez, el beatnik mexicano
Nos dejó el poeta y artista plástico Juan Martínez, hermano de don José Luis. Juan nació en Tequila, Jalisco, en 1933, y muy joven se ligó al movimiento beatnik. Fundó la editorial El Albatros, colaboró en Diorama de la Cultura, el desaparecido suplemento de Excélsior, y sus poemas fueron publicados en El Corno Emplumado, Hojas y otras publicaciones. “Boxeador y modelo de Siqueiros”, Sergio Mondragón lo definió como “hombre de inmenso poder poético y personal”, que solía invitarlo a él y otros jóvenes escritores a reunirse en Chapultepec por la madrugada. Cultivó formas peculiares de la gráfica y dejó tres libros de poesía: En las palabras del viento (1959), Ángel de fuego (1978) y En el valle sagrado (1986). De Ángel de fuego, “una de las grandes obras de la poesía mexicana del siglo XX”, cuenta el también poeta Alberto Blanco que, en una noche memorable, en un café de Tijuana, Juan Martínez dictó ese libro a un grupo de amigos. “No sé cuánto tiempo lo había traído en su memoria”. Llegó a exponer su obra pictórica en la Ciudad de México y, pese a lo anterior, se mantuvo siempre lejos de los reflectores. Era, indudablemente, un hombre especial, un “héroe de la contracultura”, como lo llamó Blanco.
Nos dejó el poeta y artista plástico Juan Martínez, hermano de don José Luis. Juan nació en Tequila, Jalisco, en 1933, y muy joven se ligó al movimiento beatnik. Fundó la editorial El Albatros, colaboró en Diorama de la Cultura, el desaparecido suplemento de Excélsior, y sus poemas fueron publicados en El Corno Emplumado, Hojas y otras publicaciones. “Boxeador y modelo de Siqueiros”, Sergio Mondragón lo definió como “hombre de inmenso poder poético y personal”, que solía invitarlo a él y otros jóvenes escritores a reunirse en Chapultepec por la madrugada. Cultivó formas peculiares de la gráfica y dejó tres libros de poesía: En las palabras del viento (1959), Ángel de fuego (1978) y En el valle sagrado (1986). De Ángel de fuego, “una de las grandes obras de la poesía mexicana del siglo XX”, cuenta el también poeta Alberto Blanco que, en una noche memorable, en un café de Tijuana, Juan Martínez dictó ese libro a un grupo de amigos. “No sé cuánto tiempo lo había traído en su memoria”. Llegó a exponer su obra pictórica en la Ciudad de México y, pese a lo anterior, se mantuvo siempre lejos de los reflectores. Era, indudablemente, un hombre especial, un “héroe de la contracultura”, como lo llamó Blanco.
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