Monday, March 05, 2007

Un poeta que nacerá póstumo

A propósito del inevitable viaje sin repatriación del poeta Juan Martínez, algunos escritores reflexionan en torno a su obra.

Enrique Mendoza Hernández

“… después que caiga el polvo por el desván del sueño
no me preguntéis nada
simplemente escuchad este dolor con huecos de granada
por el viento sin pájaros
y esperad que la rosa de la circuncisión
florezca nuevamente en tiempo y realidades…”.
Juan Martínez (1933-2007)

Ciertamente se trata de un poeta difícil de ubicar en los cánones literarios. En minuciosa y concienzuda búsqueda por las letras no oficiales del México de la segunda mitad del Siglo XX, Juan Martínez puede encontrarse entre los suplementos como “México en la Cultura” de Novedades y “Diorama de la Cultura” en Excélsior. De hecho Juan José Arreola, en los Cuadernos del Unicornio que dirigía allá por 1959, justo en el número 26, apareció el plaquette de Martínez, intitulado “En las Palabras del Viento”. También en la revista El Corno Emplumado, a cargo de Sergio Mondragón y Margaret Randall, sin descartar a José Vicente Anaya.
Cuentan quienes lo conocieron, que a finales de la década de los 60, Martínez huyó de los círculos intelectuales distritofederalenses de aquella época. Escapó lo más lejosposible del centro del país: Tijuana.
“Creo que está muy claro que Juan nunca pretendió formar parte de los grupos intelectuales del poder cultural, en ningún nivel ni sentido. Esto queda muy claro al haberse retirado de la Ciudad de México (en esta especie de autoexilio que fue vivir en Tijuana cuando era pequeña, más pragmática, ciudad de paso para turistas o quienes querían emigrar a los Estados Unidos) en un momento en que estaba siendo reconocido por el status quo en tanto ser publicado por Juan José Arreola y estar en el círculo de El Corno Emplumado compartiendo con sus amigos Sergio Mondragón y Homero Aridjis, además de su amistad con poetas beats”, dice José Vicente Anaya (co-director de Alforja) en conversación con Heriberto Yépez.
“Sergio Mondragón cuenta que antes de que Juan se fuera a Tijuana, era implacable crítico de las figuras intelectuales que en ese momento estaban resaltando y se comportaban como divos, tramposos, hipócritas. Que Octavio Paz no haya incluido a Juan en `Poesía en Movimiento´ no es porque no tuviera un libro (aunque ya estaba su plaquette) sino porque Paz sospechaba que Juan no era poeta, que sería `poeta de relumbrón´, que no volvería a escribir poesía”, agrega Anaya.
“Los intelectuales serios, racionalistas, no aceptaban nada de Juan. Ni siquiera su poesía. Lo menos que pensaban es que se trataba de un `loco´”.

Fue precisamente en este polo fronterizo donde Martínez publicó “Ángel de Fuego”, en Ediciones Albatros en 1978. En 1986, la Universidad Autónoma Metropolitana, bajo la Colección Molinos de Viento, editó “En el Valle Sagrado”, una recopilación de su obra.

La otra poesía


Ahora que el poeta ha vuelto a nacer precisamente el día de su partida (enero 18 de 2007, en Guadalajara), algunos escritores intentan poner más atención a su legado literario.
José Vicente Anaya construye paralelismos cuando afirma que la obra de Juan Martínez “se define más como una poesía en el orden filosófico de la metafísica. Me refiero a la metafísica seria de pensadores como Anaximandro, Plotino, Aristóteles y luego desde Berkeley hasta Ortega y Gasset.
“Veo un paralelismo impresionante entre Juan Martínez y Antonin Artaud y Friedrich Hölderlin. Los tres fueron metafísicos naturales y realmente vieron las profundidades. En el sentido en que reflexionó Heidegger, los tres bajaron a los abismos”, agrega Anaya.
Incluso en su ensayo “Los Ritos Luminosos de Juan Martínez” (Memoranda, número 47, 1997), Luis Cortés Bargalló coincide:
“… es posible ver que la obra poética de Juan Martínez ha pasado a gran velocidad y, sobre todo, sin demora alguna por los puntos más luminosos de la tradición poética del Siglo XX: Huidobro, Pound, Neruda, Eliot, Claudel, Gorostiza, Perse y, particularmente, el William Blake que leyeron, cantaron y revitalizaron Ginsberg, Kerouac y Snyder. En su obra está, al mismo tiempo, el gusto por cierto arcaísmo y elegancia en la expresión derivados de las traducciones de los clásicos y aun delos textos sagrados”.
Por su parte, el filósofo Heriberto Yépez opina:
“Se trata de un poeta místico, con un uso lacónico del lenguaje, sin desperdicio de vocablo, palabra a palabra, figura poética a figura poética. Hay una trama oculta metaforizándose. No hay nada gratuito en sus poemas. Todo en ellos es una cifra”.
Cortés Bargalló concuerda en la posibilidad de que la obra de Martínez sea valorada:
“Si hemos prestado atención a tanta, excelente literatura, que nos estremece por la tensión que logra entre las dimensiones individual e histórica; si por otro lado, nos hemos conmovido con el abismo y la paradoja de nuestras vidas y nuestros cuerpos cuando éstos aparecen en el espejo transfigurado del arte, por qué no habríamos de intentar siquiera un acercamiento adecuado a una obra que, en sus propios términos, busca borrar las fronteras de la contradicción y la dualidad”.
Al “héroe de la contracultura”, llamado así por Ángel Blanco, “no se ha prestado la atención debida”.
De hecho, Blanco no tiene empacho en augurar que “Ángel de Fuego” “habrá de ser considerado una de las grandes obras de la poesía mexicana del Siglo XX”.
Y remata:
“Tarde o temprano nuevas y más sensibles generaciones se darán cuenta de la magnitud de la obra de un artista total, que forjó al margen de la vida pública y las instituciones culturales una leyenda singular en el México contemporáneo”.
Bajo los anteriores argumentos, es probable que la de Juan Martínez sea parte de la otra poesía, la no oficial; para acabar de una vez, ¿será Juan Martínez un poeta que nacerá póstumo?

enrique mendoza hernandez